HISTORIA

 SIGLO XIII: EL PUNTO DE ORIGEN

Los Seises de la Catedral de Sevilla y su Institución no han sido desde su creación tal y como hoy día los conocemos, aunque la impresión que puedan ofrecer sea la de llevar anclados durante siglos en su estructura e imagen. En un primer acercamiento a esta afirmación, no tenemos más que comprobar las transformaciones y vicisitudes a las que hace mención la presente obra, que teniendo en cuenta que solo narra pasajes cortísimos de la vida del Cuerpo de Seises, puede darnos una idea de cuantos y variados vaivenes habrán recibido el grupo de niños danzantes y cantores a lo largo del tiempo, pues los Seises y sus antecesores se han visto siempre manejados en su formación bajo las corrientes de sus maestros y jerarcas, y antes, con regímenes duros que enterraban juventudes, a veces con cánticos, pero a veces y hasta no hace mucho tiempo, castradas. Las primeras noticias que puedan inducir a la actual costumbre del baile de Seises datan del siglo XIII, en el cual la historia menciona como punto de partida la bula “Transiturum” del Papa Urbano IV, en la que instituye la Fiesta del Corpus Christi y ruega sea manifestada por la Iglesia y el Pueblo con máxima alegría y solemnidad, siendo acogida, respetada y representada con un arca de madera rodeada de figuras de ángeles custodios del Cuerpo de Cristo que porta en su interior, y luego con carros engalanados que conocemos por grabados antiguos. Menciona también la historia de estas manifestaciones populares la presencia de cuatro hombres representando a los Evangelistas, además de grupos de ancianos y niños con túnicas, que interpretaban canciones en el recorrido de la procesión. Aparece así mismo la institución de los Mozos de Coro, cuyos integrantes ayudaban en las misas y cantaban y bailaban en los Oficios Sagrados. En su indumentaria figuraban unas alas de cartón forrado que simulaba una condición angelical. Pudieron verse también a los Mozos de Coro con guirnaldas sobre sus cabezas, danzando delante de la Custodia del Santísimo Sacramento. Dichos mozos son ataviados a lo largo de su historia con similitud a pastores, ángeles, peregrinos, haciendo sonar cascabeles en sus brazos y piernas... Son, sin duda, los precursores de los Seises. A partir del siglo XVI se crea una dotación para disponer de seis niños cantores que, además de cumplir misiones parecidas a las que realizaban los Mozos de Coro, recibieran enseñanza de canto y cultura bajo la docencia de un maestro que se ocuparía también de su correcta alimentación, higiene y bienestar espiritual, todo ello regido por una ordenanzas muy concretas redactadas al efecto. El paso inexorable del tiempo fue provocando continuas variaciones en el número de niños que componían el grupo, registrándose en los libros de cuentas de la catedral gastos y dotaciones para los cantores en cantidad de seis, diez doce, dieciséis... Algunos autores, por no decir todos, han dado en definir el nombre de Seises como derivación del hecho de ser seis el número de niños del coro en la antigüedad. Pero yo no me resisto a creer, supongo que amparado en mi ignorancia, que la denominación de Seises proceda del momento en que el grupo lo forman doce niños en el siglo XVI. Pero no en Sevilla, sino en Córdoba, en cuya catedral figuraban doce niños de coro vestidos con opa y birrete de color morado y sobrepelliz, entre cuyas normas se encontraba la de tener un maestro de coro que los tuviera a su cargo, que les enseñara canto y latín, y que los llevara y trajera de sus casas a la Iglesia colocándoselos para el recorrido seis a un lado y seis a otro... En este párrafo, entresacado de siglos de historia, creo debe estar el nacimiento de la denominación que hasta nuestros días ha llegado, surgido tal vez de la imposición cultural del pueblo, que aplicó el vocablo plural “Seises” a esas dos filas de seis. Para finalizar esta tesis, que no por no haberla leído antes me atrevería a decir que nadie la haya enarbolado anteriormente, quisiera recordar al lector que el hecho de disponer de niños cantores o danzantes en Iglesias o Catedrales, fue, cuando menos, práctica habitual en muchas provincias españolas y también del extranjero. En algunos de estos lugares se les denomina, igual que en Sevilla, como niños Seises. Los trajes de los danzantes sufrieron variaciones según las épocas. Así pudieron ser vistos con túnicas y bonetes, ataviados como pastores, como ángeles e incluso como guerreros con lanzas, y de pajes palaciegos, que llegó hasta nuestros días. Hasta llegado el siglo XVII los bailes tenían lugar durante el recorrido de la procesión pero poco después quedó instituida la Octava del Corpus con baile de Seises tras los Oficios en la Capilla Mayor. A mediados del mismo siglo aparecen los danzantes con trajes de color celeste para las solemnidades de la Purísima Concepción. Y dos décadas más tarde se dispone el triduo en desagravio a los carnavales, quedando a partir establecidas, en cuanto se refiere a las intervenciones de los niños, las estructuras que conocemos en la actualidad. Y digo solo las estructuras porque los cambios, como veremos en capítulos siguientes y aunque no en tiempos muy recientes también los hubo con respecto a sus vestidos, ya que por ejemplo encontramos Seises con moños colocados en los empeines de sus zapatillas, en contra de las dos cintas cruzadas que ostentan hoy. O Seises con escaso adorno de plumas en los sombreros, en oposición a la generosa plumajería de la actualidad. U otros Seises con unas aletas enormes en su anchura que cubrían incluso sus hombros, dándoles una magnificencia hermosísima, en contra de las de hoy, cada vez más estrechas y cortas. Así mismo, en su forma de actuar se van incorporando variaciones notables. En otro tiempo los Seises bailaban y repicaban sus castañuelas con los brazos hacia delante, cerrándolos adentro un poco, y formando un ángulo de sesenta grados con el cuerpo, con lo que les daban mayor esplendor a la acción que estaban ofreciendo al Santísimo Sacramento, y ello en lugar de cómo se ejecuta ahora, con los brazos caídos abajo. Incluso en una fotografía captada en el patio del colegio de San Miguel en las primeras décadas del siglo XX pueden verse a los niños Seises posando para el fotógrafo con los brazos delante en imitación a la postura adoptada en la danza. En este colegio recibían enseñanza los Seises, los cantores y los niños acogidos en el centro, los cuales iban ocupando las vacantes que se fueran produciendo en el grupo de danzantes. La edificación estaba ubicada frente a la Puerta de San Miguel de la Catedral, en el lugar que hoy se destina a las viviendas de los canónigos. Fue también sede de los Seises una casa de la calle Placentines , en la que el maestro de capilla Don Ángel Urcelay impartía su docencia en la Escolanía Virgen de los Reyes, cantera de escolanos y Seises que él mismo fundara y mantuviera en su función hasta el mes de Junio del año 1979 en que le llegó la hora de su jubilación. A partir de aquí y ante la imposible sustitución instantánea con relevo de su cargo, la responsabilidad, como indican los estatutos de la Catedral, recayó en el Primer Tenor de la misma, que lo era Don Francisco Teruelo Domínguez.



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