1983 UN RUMBO NUEVO

 AÑO 1983: UN RUMBO NUEVO

Y es cierto que aplicando términos navieros vamos a poder constatar que a los Seises les hicieron tomar un rumbo nuevo, muy nuevo.. En el pasado año 1982 hemos dejado a una Institución de Seises más o menos estable y llevan tres años manteniéndose con sus maestros. Por otro lado hemos visto como los Seises volvían a recibir atenciones esmeradas acerca de sus vestimentas, vuelven a usar zapatillas de baile y llegan a estrenar todas sus prendas. Han danzado ante el Papa Juan Pablo II y han sido aplaudidos por la multitud. Y ronda entre los danzantes y sus  familiares una cierta armonía que incluso motiva reuniones de amistad. Pero aún así parece ser que para el Cabildo de la Catedral, el Cuerpo de Seises no contaba con la suficiente garantía de continuidad, por lo que trataba de rehacer algunos factores de su estructura. Conociendo el pueblo sevillano algún indicio de cambios inminentes se celebró la festividad del Corpus Christi del año 1983 con la fórmula de Seises existente desde diciembre de 1979, salvo que se apreciaba un coro más disminuido, el amplio grupo de niños con los ropones azules no figuraba en el cortejo, había sido sustituido por un grupo menor ataviado con túnicas blancas además de las voces más graves de antiguos cantores. Pero si bien todo parecía transcurrir igual que en anteriores ocasiones, la cuestión es que en un lugar de la procesión, apartado de los Seises, desfilaba una formación de niños vestidos de calle que bajo el mando del canónigo Juan Miguel Rivas entonaban algunos cánticos durante el recorrido. Varios de estos niños son perfectamente reconocibles como posteriores Seises incluso hasta cinco años después de vérseles en esta ocasión, lo cual deja claramente explicado que en paralelo a los Seises de ese momento se estaba fraguando una nueva estructura que supusiera la tranquilidad de contar en adelante con unos cimientos robustos y duraderos. Estos niños pertenecían al colegio de Portaceli y eran ellos el primer paso para el cambio a tomar con aires nuevos. Dicho colegio fue después la cantera de donde se nutrió el Cuerpo de Seises y cantores. De todas formas, el título de nuevo rumbo dado a este capítulo no viene al caso de lo narrado en este principio forzoso como introducción, sino que está así dispuesto para definir a un hermoso paréntesis existente entre el tiempo del Maestro de Capilla Teruelo y el tiempo del colegio Portaceli. Y puede decirse que el rumbo nuevo comienza con el descubrimiento hecho por el padre Ayarra, organista titular de la Catedral, de unas partituras olvidadas en el tiempo, fechadas en el siglo XVIII referentes a unos villancicos danzables compuestos por Antonio Ripa. La tentación por recuperar su contenido llevó al catedrático de órgano a dirigirse al prestigioso musicólogo Rodrigo de Zayas, experto en música antigua. Con el grupo que éste último conduce efectuaron unos ensayos que debieron resultar satisfactorios cuando decidieron seguir en la empresa y trasladar a los Seises a periodos barrocos. En palabras del maestro de Capilla Teruelo, los maestros de danza y canto de aquel momento se mostraban descontentos al sentirse desplazados por los nuevos métodos que llegaban con fuerza y decidieron retirarse de sus puestos dejando sus últimas intervenciones en la Octava del Corpus Christi de 1983, marchándose también desde ese momento los cantores, las voces graves y las coplas habituales. De lo anterior solo sobreviven los diez Seises y hubieron de afrontar un cambio radical: Música nueva, letras nuevas y desconocidas y pasos de danza nuevos. Los nombres que aparecen a partir de ahí son. José Enrique Ayarra , canónigo y organista de la Catedral; José Antonio Rivero, profesor de danza en el Conservatorio de Sevilla; Rodrigo de Zayas, musicólogo y director del grupo de música Zyriab; grupo igualmente presente; Anne Perret, mezzosoprano y esposa de Rodrigo de Zayas; y Carlos Huelin, sacerdote del colegio Portaceli. La inesperada dimisión de los maestros anteriores provoca que lo que estaba siendo gestado para la festividad del Corpus Christi de 1984, tuviera que ser anticipado a diciembre del año anterior en virtud de lo cual en la Octava dedicada a la Inmaculada Concepción de María fueron interpretadas coplas alusivas al Santísimo Sacramento. Al llegar la Octava de Corpus de 1984 se volvieron a interpretar las obras “En ecos armoniosos” y “Sagradas inteligencias” con instrumentos antiguos, alternándolas con orquesta clásica para la interpretación de “Cual mariposa”. El nuevo profesor de baile, Don José Antonio Rivero, maestro para la realeza, gran profesional con trayectoria artística por lugares de renombre universal se desplazó a Italia con el fin de recopilar datos sobre danzas antiguas que pudieran venir a sustituir a las que habían sido habituales en los últimos tiempos de los Seises. Poco duró la inmersión de los Seises en el sentimiento barroco, únicamente hasta la llegada en diciembre de 1984 de  Don Herminio González, nuevo Maestro de Capilla que ocupó el banco de director desde la Octava de la Inmaculada Concepción del año 1985, regresándose a partir de ese momento a la danza más sencilla de ejecutar y a las coplas que hasta 1979 había mantenido el Maestro Don Ángel Urcelay y que desde su jubilación mantuvieron sus discípulos. A lo largo de ese final del siglo XX y ya casi un cuarto del XXI, continuó el mismo Maestro de Capilla. La polifonía tiene más de mil años de antigüedad y la solemnidad de los Seises de la Catedral de Sevilla la hace imprescindible. Ya en un villancico del siglo XVII  se advertía sobre esta circunstancia en el siguiente fragmento:     

                   “Así, así pese a mis males tocad diferente el son,

                    que de nuestra pretensión, se ven tan ciertas señales,

                    no hagáis las voces iguales sino al compás del rapaz,

                    dad muchas voces de paz, con ecos de redención”

Lo único que es indiscutible es el agradecimiento que Sevilla tiene que mostrarle siempre a sus niños cantores y Seises por el gran esfuerzo que realizan para mantener viva esta hermosísima tradición y sublime oración hacia el Santísimo Sacramento y la Purísima Concepción de la Virgen María. Sevilla tiene que agradecerlo efusivamente a los Seises de todas las épocas, desde aquellos ancestrales mozos de coro hasta los que hoy mismo están ensayando ilusionados por vestir ese traje tan especial y singular que les permite situarse frente al Santísimo y honrarle como nadie puede hacerlo. Que Dios y la bendita Virgen María Inmaculada proteja siempre a estos niños y los guíe en el hermoso y sagrado camino que han emprendido.



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